martes, 3 de febrero de 2009

Poema EXHORTO PARA UN COBARDE







¡Vamos, mírame ahora!

No te voltees... ¿no te basta?

¿Acaso, no he cambiado lo suficiente?

Existe una deuda pendiente entre los dos,

un "algo" sin acabar que me ha impelido a regresar.

Aquí me tienes, desnuda y descalza ante ti,

mis pies en desangrado a causa de desandar el camino.

No me rehuyas... ¿no te basta?

¿No estoy de sucia lo suficiente?

Cada mancha de mi cuerpo trasluce una violencia distinta.

La copa de cristal se ha roto.

Ahora, beberás de mis manos,

de los surcos que las entrecruzan.

Aquí las tienes, sobrevivientes de sol y lluvia.

No las apartes... ¿no te basta?

¿Acaso su temblor no es suficiente?

Cada quebranto de mi espíritu tuvo su despertar en ti,

en tus cobardes recelos, en tus "querer" y no "hacer".

Por ti, rasgué mis vestiduras y me bañé de distintas fuentes

hasta que me chorrearon las piernas.




¡Vamos, no tapes tus oídos!

¿No era aquello lo que te apartaba de mí?

En cada esquina de mi memoria abandoné un nombre diferente

desechados, en pos de tu recuerdo

y de las mudas promesas que clavaste en mi espalda.




¡Vamos, no escondas la cara!

¿No era esto lo que rezaban tus labios?

La muñeca ha quebrado su rostro

y por su pecho resbalan fragmentos de porcelana.

Se escurren de tanto en tanto negándose a dejar su pasado...

sus larguísimas pestañas

sombreando las cuentas de vidrio.




¡Vamos, mira estos ojos nuevos!

¿Acaso, no han llorado lo suficiente?

Fíjate... sus bolsas hinchadas...

y el exquisito violáceo de sus ojeras lo cultivé para ti:

es el preciado color de tus santos

y lo encarnado de mis labios, reflejo y fulgor del pecado.

Así vengo... ambivalente.

Una nueva mujer de despojos.




¡Vamos, qué esperas!

¿Acaso, no me he revolcado lo suficiente?

¿No lo he hecho todo para descender a tu altura?

Todo... todo... todo...

Para que no tiemblen tus manos

para que no me eviten tus ojos

para que me poseas sin culpa ni temor a que me enrede en tus dedos.

Para que me acojas en tu pecho por una noche, un momento,

y puedas sacudirte en la mañana.

Todo... todo... todo...

Me he asomado a los infiernos para vislumbrar tu cielo.

He torcido el gesto de mi sonrisa

y he puesto amargor en mis senos

marcando precio de compra hasta a... lo que no se vende.




¡Vamos! ¿Te parece poco?

(No comprendo tu estupor)

¿No me he corrompido lo suficiente?

¿No inclina la balanza mi dolor?

Acaso... yo pudiera...

brindarte un último presente:

una línea color sangre a lo largo de mis brazos.

Un par de líneas paralelas

(¡Oh, tristeza!)

como tu historia y la mía,

que desagüen de a poco, en rojo

este veneno de amor.




¡Vamos, ahora ayuda!

Corta tú los hilos de esta marioneta

que se desmorona

irremediablemente, sobre tus pies.

¿Sabes? No entiendo de qué te quejas.

¿Acaso... no era esto lo que querías?





Amanda Espejo
Quilicura/2007

Texto representado en la Biblioteca Santiago, en el Recital de Poesía Mujer
y en el Centro Cultural de Quilicura, Dia de la Cultura.

1 comentario:

  1. Reflexión de la autora: Hay quien le teme a la intensidad y hay, además, quien aborrece la temeridad (cuando es de otros). En su momento,esta performance provocó profundas envidias .
    ¿Volveré a ser aborrecida y temida a la vez?
    Son los riegos del poeta, mejor dicho LA POETA, y su arrojo de mujer.

    ResponderEliminar

Este espacio está abierto para tus impresiones. Úsalo con el mismo respeto conque yo me muestro para ti.
Se agradece...