(Qué me pasa no comprendo)
¿Acaso habrán resonado las trompetas de infierno?
Por tres noches a intervalos te he encontrado a la fuerza.
No puedo llamarlo sueños (más bien digo pesadillas)
y junto con los recuerdos, los calores, los fluidos,
me despertaste la rabia.
¿Qué pensabas hombre de aire?
¿Que envolviéndote de nubes sedarías mi cerebro?
Ya no hay caso.
Pasados son cinco lustros:
no me tientas con el sexo.
No me queda más que asombro
ante todos los estragos que en mi tierra provocaste.
Por ti escondí mis medallas y me vestí de guerrera.
Mi alma quedó famélica de tanto que darle al cuerpo.
Te puse en una balanza
y amontoné mil razones sin conseguir que perdieras.
Nada pudo contra ti ni tus largas manos viejas.
Paciente, tuve que adecuarme al tiempo,
respirar de nuevo sola, caminar mi propia senda.
Cada lazo que corté lo pagué con sangre nueva
y aprendí a pintar tu imagen con defectos y vilezas
todo, por olvidarte.
(Cinco eslabones de tiempo corté y enterré en la arena)
Y hoy me buscas en mi sueño… ¿para qué?
¡Como si no lo supieras!
Las jugadas de la vida son las amas del tablero.
Junto con enterrarte, fuiste creciendo a mi lado
hube que escuchar tu voz, ésta, la nueva
y tu cuerpo adolescente que no pude conocer
hoy me levanta, me estrecha,
junto a mi paso camina.
¿Tú me puedes rebatir que no hay magia en el destino?
Por eso, el soñar contigo no tiene pies ni cabeza.
Sigue en tu espacio vacío
ciego
sordo
mudo yermo
porque, ni aun juntando tus millares de fragmentos
lograrías ser un “algo”
o tener un cierto peso.
¡Baste ya!, que por una sola noche de visiones difumadas
he sentido el escupirte, aunque sea en estas páginas.
Debo parar ahora
que si así yo no lo hiciera
perdería la templanza de poderte reafirmar...
tú vales menos que NADA.
Amanda Espejo
Quilicura / 2003