domingo, 31 de marzo de 2019

Poema COLIBRÍES EN EL BALCÓN






Tal vez… consentirla más seguido, 

compartir las cuentas del rosario 

o acaso 

obsequiarle una flor. 


Tal vez (aunque cueste)

 dejarla tranquila 

que juegue sin culpa su rol de la-vieja-niña. 

Ya en el ocaso reviva lo que en la vida perdió. 


¡Era tan joven cuando mancillaron su niñez! 


Tal vez… 

dejar las preguntas que duelen a un lado, 

apreciar su silencio, cultivar la paciencia 

acentuar la atención. 



Tal vez, contarle de colibríes, 

de largos picos aguzados y colas multicolores 

revoloteando 

sobre las macetas del balcón. 

Colorearle las nubes, refrescarle el sol. 

¡Qué más da una porfía, un olvido, o una taima! 

Lo importante es que sonría. 



Tal vez, mientras duerme 

deslizar los dedos por su pelo, ya esté blanco o de color. 

Tal si fuese una pluma, 

sostener la mano que hasta ayer trenzó nuestro cabello, 

intentar        descifrar el misterio 

del violáceo laberinto que surca su piel. 




Tal vez, dejar de pensar en YO 

para existir en NOSOTRAS. 

Alivianar la carreta de todos los trastos antiguos, 


aligerada el alma y la rueda 

dejar de arrastrar lo inservible, 

lo que no fue. 



Tal vez (y solo tal vez), 

avizorando el camino, o lo poco que resta de él 

se dé por retrasar el paso 

lento 

lento 

y más lento, para no dejarla 

para no perderla, 

para no añorarla cuando torzamos la última curva. 







Amanda Espejo
Quilicura, marzo – 2019

Pintura: Gerardo Valerio Trigeros


martes, 26 de marzo de 2019

Poema DESDE LO OSCURO






Después de deslizar el bloque y los burdos peñascos,

después de remover la tierra

de quitar la costra y escarbar heridas a medio secar en el tiempo…

Después del viento

desmontando la hoja del tallo,

después que el hueso emerja de lo oscuro

y se alineen los sentimientos truncos a lo alto del viejo ciruelo,

después del súbito llanto

de la ira, la pena y el remordimiento…

¡Milagro!

Todo aquello lo aguanta la pequeña caja de fieltro gris.



Después que las horas se descuelguen

una a una, de la más larga rama,

después que se hayan ido hasta el último de los pies extraños,

después de todo aquello…

Déjame que llore, al fin, con ganas,

deja que me tumbe, desnuda

de bruces sobre la losa áspera.

Deja que enlode mi cara y sangren mis pezones

como tributo cierto a la vida en medio de tanta muerte.

¿Me sientes?

Aquí estamos.

Yo de arriba, tú de abajo.

Ni tan cerca ni tan lejos…

Indivisibles, en la memoria, ni muertas ni vivas.






Amanda Espejo
Quilicura, marzo - 2019


jueves, 21 de febrero de 2019

Poema MISMA ESQUINA








Cuando quieren hablar de ti

les grito…

¡Que te dejen tranquila!,

que descansas en paz.

Y que se limpien la boca antes de nombrarte.



Que te amaban, dicen…

¡Qué de amor por entre dientes!

¿Y el encierro?

¿Y el desprecio?

¿Y el olvido?



Piedad.

Alguien robe de sus mentes el sonido de tu nombre.



Noche. No hay luna.

El cinismo desborda entre las cruces

y se persignan los ángeles ante tanta hipocresía.

Largas lenguas reptan los senderos del camposanto,

bajo la tierra, entre crujir de huesos

se percibe la letanía: “falso, falso, falso…”

Falso es cuanto sale de sus bocas.

Falso es el credo conque golpean sus pechos.



Mientras,

encogida, misma esquina

nada arranca las espinas de este triste corazón.





Amanda Espejo 

Quilicura, febrero - 2019

miércoles, 20 de febrero de 2019

Poema INFAME






Hace ya unas treinta lunas, te pensé y lo dije: infame.

Desde entonces, cada año tiro una piedra al pozo

(sistemática porfía)

por desprenderme de ti.

Cúmulos de dura roca te sepultan bajo el agua.

Lisa está mi mano, alba mi palma

libres mis dedos de cada letra que te nombra.

Triste, cansada memoria se niega a redibujar tu cara.

Aun así, cruel ameba

buscas la forma de reproducirte dentro de mí.

¿No te bastó nuestra historia?

“Para muestra, un botón”

Entre miles sonidos de la Tierra

a todo su largo y ancho, alguna vez desearía

rencontrar el timbre de tu voz.

No por las viejas palabras

no el susurro

no la dulzura

(ni el quejido)

sino, para exigirte, infame

prontamente te marches de mis sueños.

Deja de colarte bajo el párpado.

Deja sin andar mis ambiguos senderos,

íntimos vericuetos que no llevan a lado alguno.

Inconsciente, ¿qué pretendes?

¡Está guitarra está rota!

Cada una de sus cuerdas enredóse en mi cabello

Con cada dolor, cada angustia, cada corte

centímetro a centímetro, fue quedando en el camino.

Si lo pienso                       entonces

inexplicable resulta encontrarte a la hora de las ánimas

cuando la voluntad pierde su esencia

cuando la ira dormita a la luz de media vela

cuando tu roce, intangible (e infame)

enciende súbitas alarmas de miedo

y al aire pesa…pesa…se espesa

mientras el deseo boquea, agonizante

condenado pez, retorciéndose,

sobre las arenas de una playa de un mundo sin nombre.







Amanda Espejo 

Quilicura, febrero - 2019




lunes, 4 de febrero de 2019

Poema OLAS SOBRE EL PAPEL





Que te suelte, dicen, que te deje ir

que afloje mis dedos del fino hilo que te contiene

mas no lo saben, no

que no es seda sino alambre, engarzado

al contorno terco de mi muñeca.

Tú lo tiras, yo lo suelto.

Te devuelves, me arrepiento.

Que te suelte, madre

que te devuelva tu propia corona de espinas.

¿ En qué hombros la cargarías?

Eres tan débil, tan etérea…

No soportas ni una hoja en tu blanquecino cabello.

Menos, tus manos ondulantes

mecidas al viento quedo…

Menos, tus pies entumecidos

llagados tras un ciclo de desvarío.

Que te suelte, que te deje partir

¡Qué desatino!

Desde el sueño primogénito, tú siempre partiste.

Te fuiste. Volviste la espalda dejándome atrás.

Me nombraste perdida mucho antes que me extraviara.

¡Pobre de ti!

¡Ay, de quien no tema el peso de la sangre!

Que te suelte dices…

Me lo susurras de tanto en tanto en noche sin luna

¡Ay, ingrata!...

¡Si eres tú quien no acaba de cortar el hilo de mi escritura!

Mira como caracoleas sobre la superficie alba…

Mírame, obsesiva

silenciosa ola… ¡Ay, si danzaras conmigo!

¿Acaso no te conmueve la multiplicación de tus peces?



Y si ya te has ido… ¿Por qué te quedas?





Amanda Espejo 

Quilicura, enero- 2019 




lunes, 14 de enero de 2019

Poema EN COLORES






Escribo en colores porque soy sombría.

Porque desde niña,

desde el primer pestañeo

he buscado la luz, por venir de las sombras.

Porque al besar mi cabeza la razón de los años primeros

elegí ser buena, piadosa contra la maldad, y aún así

conservé mi lado hereje bien oculto

carne de mi cuerpo, sangre de mi sangre

detrás y abajo del corazón.

Escribo en colores porque no hay belleza en mis manos.

Porque todo mi ser es contradicción viviente,

suave, filoso hilo entre los opuestos

y un ansia incesante de retorcerlo de extremo a extremo.

Escribo en colores porque replico lo que veo y temo lo que siento.

Porque la Creación es bella. Y terrible.

Entonces,

escribo en colores para no irme a negro,

para creer y sostener que aún soy parte de esta Vida.




Amanda Espejo 

Quilicura, enero 2019

lunes, 24 de diciembre de 2018

Poema AÚN SE HABLA DE TI





Se te recuerda, madre. Aunque no puedas saberlo, aún se habla de ti.

Se habla con benevolencia, condescendientemente, como si evadir la historia bastara para borrar el sufrimiento. Así, hablamos de ti, evitando el desgarro, el abandono, la ira por la injusticia de una vida tramposa.

Se habla de ti con pocas y escogidas palabras. Frases que digan poco y callen mucho.

Se te recuerda, amablemente, en base a fragmentos de memoria falseada según el prisma con que se mire.

Se te menciona, insinuando el deseo casi pueril de que, al final del destino, te veremos nuevamente, ¡Dios nos oiga!, en ese cielo inventado por la indefensión de los seres humanos. Y ya no serías tú, sino otra: alba, purgada y renovada.

Yo, tan solo escucho. Quiero creer. Me desmorono.

Dicen, (los que saben), que a los ausentes hay que dejarlos ir: soltar, soltar, soltar…

No se puede soltar lo que llevamos dentro.

Más que un recuerdo, te llevo, madre. Y a tu madre. Arrastro con hilo de oro, de ombligo a ombligo, un camino que consta de tres estaciones: hija, madre, abuela.

Y así como llevo, vivo y revivo cada interrogante, cada culpa, cada sentencia, cada intransigencia del pasado con el empeño de desenrollar esta maraña de espinas, quitarlas una a una y acabar de una vez, en paz.

Cuesta, madre. Cuesta soslayar las noches de insomnio atrapada en lo que no fue.

Cuesta ser parte de tu descendencia. Cuesta llevar a cuestas los estigmas que te marcaron en tu más tierna infancia.

Cuesta ser, desde niña, ciudadana de segunda clase.

-“Toca el timbre de la puerta de servicio, nunca la entrada principal”.

-”Te he dicho una y mil veces que no vengas sin avisar”.

-” Te quedó lindo el vestido, pero lávate el cuello. Lo tienes sucio”.

-“Pobre L…., tanto hijo que tuvo: seis vidas perdidas”.

Cuesta, madre. Cuesta cargar con tus “culpas”, con la parte gris de tu herencia, sin conocer el resto de la historia. Cuesta el reencuentro. Cuesta aún más el perdón.

Se te recuerda madre, por año tras año, presa de un cansancio emocional que deriva en perenne angustia.

Se te piensa a diario, en cada urgencia (en cada ausencia), en cada traspié. En cada pinchazo que nos da la Vida, allí estás tú re-clavando tus espinas en la miseria de mi piel.

Se te sufre. Se te añora. Se te sueña.

Y por breves y egoístas momentos, se te reinventa… como nunca llegaste a ser.




Amanda Espejo 

Quilicura, diciembre - 2018