Hace alrededor de diez años
fue que comencé a escribir en serio lo
que mi interioridad me dictaba. Pequeños esbozos de textos que no pretendía
clasificar, fueron cediendo paso una escritura más formal, trabajada con
respeto, y sobre todo, con la firme decisión de imprimir en ella un reflejo que
me permitiera acceder al esquivo autoconocimiento.
Motivos externos también hubo,
obviamente, ya que realizar trabajos según una pauta dada, sin duda añade rigor
al oficio de escribir, y guardo varios apuntes experimentales sobre aquello, apuntes que sirvieron de base
para incentivar un libre fluir en las letras. Hoy, en pleno proceso de revisión
para salvar algunos papeles huidizos, me he dado la tarea de reimprimir en
forma más digna cada uno de los poemas que conforman este archivo bibliográfico
personal. Y he aquí que una vez más me encuentro absorta ante el encanto del proceso: algo que pareciera ser un
simple acto de orden, se ha convertido en un viaje alucinante al mundo de los
recuerdos, al submundo de la lógica, al terreno, entre mágico y absurdo, de las
emociones.
Imposible describir con
palabras doctas lo que me provoca este retroceder en el tiempo. Es
algo…multiforme, a veces denso, oscuro, y otras claro, hasta herir con su
luminosidad. Es cálido, delicado, espontáneo y agreste a la vez. Cada temática
o perspectiva planteada, es un nuevo rostro de las mil caras derivadas de mi
persona. Y es… ¡maravilloso este viaje! Cómo no, si en cada lapso de lectura o
reescritura encuentro fragmentos vívidos,
indesmentibles, de mi propio ser, y de quienes que inspiraron esos
sentimientos.
¡Qué hermoso el constatar que
sí he vivido y que sí me he atrevido a auscultar el mundo de la locura! Nada
más triste para mí que limitar la capacidad de sentir, de entregar, de plasmar,
de crear, en suma, de ser. Indudablemente, me dado ese gusto y mi espíritu ha
vibrado con ello. Se vibra con el amor, y también con el dolor, y con toda
energía generada por la lucha atávica entre los opuestos. Y es desde ese
tironeo metafórico que nace, fluyen y se derrama el fruto de la inspiración.
¡Qué consciente estoy de ello y cuán agradecida!
Creo –o pienso- a ratos, el
pecho me va a estallar, y es de alegría. Un placer que brota a causa de las
certezas, del reafirmar que no todo es blanco o negro, que podemos ir a nuestro
antojo de punta a punta con la curiosidad viva del infante, con la pasión del
valiente y la sabiduría que nos va dejando la experiencia. Hoy, este simple proceso de revisión, me ha servido para
nivelar el desencanto que estancó mi entusiasmo primero. Hoy estoy segura:
puedo afirmar que escribo no para vender libros o ser famosa: escribo (tal como
realizo cualquier proceso creativo), para saber quién soy, cuál es mi voz, mi
rostro más escondido, mi propósito, y al fin, en paz, poder reconciliarme con
ello.
Amanda Espejo / Quilicura/
Abril - 2015
Querida amiga, siempre te he dicho ¿Cuándo vas a compartir tu tremendo talento con el mundo? Si algún día decides escribir para "vender libros y ser famosa", seré la primera en apoyarte. Saludos afectuosos.
ResponderEliminarTe felicito y me felicito (a todos tus lectores) porque nos compartes tus emociones y sentimientos ¡Gracias!
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