Buenos días o buenas tardes, o buenas noches, da lo mismo. El fondo no cambia.
Ilusa yo, soñaba con que este año sería más tolerable que el anterior, pero me doy cuenta solo expresaba un deseo. La realidad es otra.
Tú llegas, tristeza, y todo buen augurio sucumbe.
La intención se divorcia del acto y la mente deambula pendular, de un extremo a otro.
“Por mi culpa, por mi culpa, por mi gravísima culpa”.
Así reza una oración tradicional de los católicos, y así recé yo repetidas veces, golpeándome el pecho durante el rito a seguir en mis años escolares.
Así, inocente, repetí la letanía aún sin comprender del todo su significado, pero intuyendo algo amenazante se cernía sobre mi pequeña cabeza de siete u ocho años.
¿Fue allí que arribaste, tristeza
Me atrevo a afirmar que no, que fue antes, mucho antes.
Tal vez me acunaste en tu soporífera niebla desde el mismo saco uterino.
“Por mi culpa, por mi culpa…”
A pesar del importante lapso de tiempo que me separa de aquél momento, sigo, inconscientemente, repitiendo el estribillo desesperanzador, herencia de un legado patriarcal.
Innegablemente, si en aquél entonces no comprendía ni asumía el peso de la culpa, hoy aquello se ha magnificado a consecuencia de los errores cometidos.
Cómo quisiera poderme sacudir todo!
Errores propios y ajenos. Culpas. Remordimientos, fastidio, ira, desconsuelo. Mas, no alcanza una vida para ello.
Y sigo aquí, cada vez más aislada, girando apenas la rueda del molino mientras la molienda, cada vez más escasa, no es capaz de saciar el apetito del alma.
“Sobrevuelos” digo, cuando pienso en lo que hago, pero la verdad…diría que apenas camino.
Amanda Espejo, Quilicura/ abril - 2016
Hermoso de verdad Amanda. Aunque muchas veces nos llevamos de culpas, todo debe continuar
ResponderEliminarAsí es, Raquel. Lo difícil es concretarlo. Gracias por tu visita.
EliminarMe duele.me toca reconozco
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Veo un árbol enmarañado en el origen de las causas
Quizás vendrá el movimiento del viento que hará caer las hojaa mas secas
Gracias Amanda