Cosas que agradecer, cosas sencillas, de todos los días y en cada momento que, precisamente por
ello, parecieran no tener importancia:
Sobre mi cabeza, tres pesos de tintura oscura
mantienen a raya las canas.
No hay heridas abiertas sobre el campo triste de mi piel.
(Adentro…adentro es otra cosa)
Mis dos ojos miran, y además, ven
uno más que el otro,
y mis oídos registran en vivo
desde la estridencia del gallo
hasta el rechinar de la cama
(ésta, que se mueve todavía).
Esta corriente mañana,
un tazón de leche humeante alborota mi nariz
con el olor insoportable de la añoranza.
Alerta está la memoria
que va estrujando momentos
almacenados en las trincheras del patio,
girando en ruedas de patín, escondidos
en los estuches de palo sobre el pupitre.
Recuerdos dulces se desparraman en mi boca
y puedo sonreír con ella,
y puedo mostrar, relativamente
unas hileras de dientes con bajas disimuladas.
Ambos, ellos y yo podremos
Incorporar a la lengua al festín de medio día
combatir con alborozo una cazuela y su choclo
y darle, diente con diente, hasta que la barriga duela.
¡Duela de gusto y de llena!
Llena, llena, llena…
Tan llena de bendiciones
como un común y corriente día
de una mujer y un hombre cualquiera.
Amanda Espejo
(Rescate de textos, año 2007)
Gracias amiga, por este canto de agradecimiento a la vida.Juany Rojas
ResponderEliminarQuerida Juany: gracias a ti por tu visita y palabras. Lo mejor para ti.
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