Se escribe. Se escribe tanto como se vive, y tal como en
ello la vida pasa rauda e indómita por nuestro lado; impasible ante la angustia que nos
provoca no poder asirla de las bridas, una en cada mano y dirigir el destino a
voluntad. Pero pasa, cada cosa buena o mala pasa, y con ello se renueva el martirio
de la NO permanencia.
¡Ah, cómo hacerlo, cómo prolongar los momentos de triunfo y relegar al más profundo olvido las penurias que los contrastan! Pero usted no tema: todo pasa, o ¿acaso no ha sido testigo asombrado/a de lo que le hablo? ¿No escuchó y tarareó alguna vez junto a Mercedes Sosa eso de “…cambia, todo cambia”? Precisamente ese es el tema: el cambio que deviene de este “pasar” majadero y recurrente. Así y todo, tiene su lado positivo aquello…por ejemplo, los momentos de duelo no se prolongan más que lo necesario y luego, renace la esperanza o lo que sea, pero la cúspide del dolor queda atrás, a la espera de que se complete un nuevo ciclo de altos y bajos tal como lo impone todo en el universo, desde la noche, el día, las cuatro estaciones y el sistema solar en pleno.
Y se escribe sobre ello, sobre los cambios, los avances, las cruzadas, las conquistas, las tendencias, las
revoluciones, los estallidos sociales, las fluctuantes emociones y las nuevas ideologías, todas ellas nuevas versiones de algo que YA existió
porque…todo pasa, y lo que hoy nos parece de tal modo, mañana será distinto,
sin perdonar siquiera los axiomas básicos dela filosofía.
Se dirá usted entonces… ¿cuál es la lucha? Y yo tendré que
ser honesta y responderle que es, simplemente, el reto de vivir, de enfrentar
esta aventura impuesta y grabada en nuestra frente a fuego - sin que nadie nos preguntase- del modo más gallardo, con la actitud más
firme e ideas más relevantes , haciendo, por dentro, de “tripas corazón”. ¿Por qué? Porque es todo un mar esto, mi estimado/a, un mar encrespado en
donde la gracia es poder surfear la maroma que se nos viene encima del modo más
estiloso, y es en esos momentos, cuando estamos en la “cresta de la ola”, que quisiéramos
poder detener el tiempo para permanecer
allí, en la cima, llenos de gracia y clonados en cada par de pupilas que nos
observan…magníficos, singulares e irrepetibles dentro del vulgo-arena que nos
circunda.
Pero recuerde: TODO PASA, y gracias a ello escribimos.
¿Sobre qué? Sobre lo que pasa a nuestro lado, por dentro o fuera de nuestro
ámbito, sobre nuestras cabezas o bajo nuestros pies. Todas las preposiciones
han de servirnos al momento de graficar el segundo que pretendemos estancar o
congelar en la línea de tiempo o, por último, en nuestra humilde memoria. Porque…no
se confíe, todo pasa, y en un dos por tres nos encontraremos desarraigados e
impotentes, lápiz en mano, tratando de explicar la experiencia, esa, la de ver
la vida pasar mientras nos quedamos impactados (y aterrados), en el andén.
Amanda Espejo
Quilicura / Julio - 2012
Profundo, como la vida misma.
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