En su día a día,
son los mismos muros y es la misma puerta
más tosca, más gruesa
de una y otra vida que dio el repintar.
Bajo el mismo techo
si mira hacia afuera,
es la misma verja, misma enredadera
y el roto del vidrio
en misma ventana pronta a jubilar.
Por la misma calle, en la misma acera
en la misma casa (misma vieja cueva)
hoy un alma en pena cumple su condena:
¡...enta años y un día!
Con el alma calma,
sentada en la silla de la misma pieza
aguarda
el instante
de "rompecadenas"
y emprender el vuelo de la libertad.
Amanda Espejo
Quilicura/ marzo - 2018
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