Mañana se cumple un mes desde que los noticieros mundiales se estremecieron
con una noticia proveniente de Africa, Nigeria: “Un total de 276 estudiantes
fueron secuestradas el pasado 14 de abril en Chibok (estado de Borno, noreste
de Nigeria), donde está instalada una importante comunidad cristiana. De ellas,
223 siguen aún en manos de los secuestrados (el resto consiguió escapar)”.
Fanáticos fundamentalistas en el norte
de esa nación africana -específicamente, la milicia islámica Boko Haram- se atribuyen
orgullosamente esta aberración y piden, a cambio de sus rehenes, liberen a
integrantes de su facción terrorista, bajo amenaza de venderlas si no se cumple
lo exigido. (1)

Las reacciones a este infame acto han sido múltiples, y la
indignación a atravesado fronteras a través del planeta juntando las voces en un
solo grito: ¡BringBackOurGirls!, ¡Devuelvan a nuestras niñas¡ Y es que resulta
casi imposible dimensionar este acto de barbarie, a no ser que, empáticamente,
nos pongamos en el lugar “del otro” para imaginar, levemente, lo que pudiésemos
sentir. El ejercicio resulta devastador, más aún, después de escuchar el descarnado
relato de algunas jóvenes que lograron huir de sus captores casi por milagro.

Espontáneamente, y como lógicamente se produce en un mundo
globalizado y tecnológico, las redes sociales comienzan a difundir una campaña
de repudio mundial que insta a liberar las niñas ¡YA!(2) , a la que se suman
personas de toda índole, cuya mayor preocupación es el atropello a los derechos
humanos de esa madres e hijas que son secuestradas, convertidas a la fuerza y
bajo amenaza de venderlas como una
mercancía de ínfimo valor, con un posible futuro que aterra siquiera
vislumbrar.
Hasta aquí, leo lo que escribo, y nada parece salir de lo
establecido para un comentario de actualidad, opinión, etc. Sin embargo, no
puedo dejar de hacer hincapié en una de las motivaciones que me guiaron a
transcribir estas palabras: es, el asombro ante la desidia* de muchos sectores
ante esta desgracia. Principalmente, me descoloca la actitud de quienes tan
ostentosamente se han etiquetado siempre como defensores de los Derechos
Humanos, y también, la actitud del mundo cultural, léase artistas en general.
Por mucho menos, los “representantes” de la Cultura Humanitaria han hecho
grandes campañas, organizando marchas, protestas, velatones, foros, o lo que
sea para llamar la atención hacia lo demandado. En esta ocasión, “la cosa” ha
andado floja. Al parecer (y me disculparán si soy malpensada), hay factores que…trancan
las ansiadas manifestaciones. Yo no sé si influye el que sean mujeres las
raptadas ( hay algo en el imaginario colectivo masculino que piensa no hay otro destino para ellas que ser
usadas), el color de su piel (son de raza negra, pobres y “lejanas “para el
mundo occidental), o tal vez, esa atenuante anticipada que suele recibir por un
amplio sector todo acto terrorista de
origen musulmán, ante el argumento: “son
reivindicaciones justas en respuesta a los atropellos sufridos por A, B, o C”.
Cualquiera de las anteriores me parece inaceptable. Más que
ello, indignantes; cobardes reacciones pensadas en la conveniencia de quedar
bien “con dios y con el diablo”, gesto que caracteriza a nuestra raza desde el
principio de su gesta. No hay día en que deje de asombrarme por una u otra
razón, esta práctica que tanto resalta en Chile, aun no pudiendo asegurar, no sea virus mundial.
Si de nuestras redes
sociales se trata, además de reflejar
demasiada superficialidad y desvergüenza -amén de incultura- hay algo de “monería” en ellas, una
inclinación a repetir lo que está en boga, aunque sea el más estúpido de los hashtag (etiqueta) dejando de lado lo
que sí importa, simplemente, porque “no es rentable en términos de nuevos
contactos”, o porque “te desperfila”, o porque” te desenmascara”, te “deja
vulnerable”, en fin, variados de motivos que frenan impulsos solidarios de
quienes podrían ser parte de esta marea solidaria
y constructiva que no debiese, por nada del mundo, hacer distinciones entre
quienes necesitan apoyo, justicia, y el necesario “amor de prójimo”, tan caído
en el olvido y que tanta falta nos hace.

Seguramente, el ver hace unos días a Michelle Obama portando
el cartel de “BringBackOurGirls” no surtió nada de efecto para una gran parte
de la ciudadanía que rechaza personas opiniones y actos tan sólo porque su
ideología no les parece. Es esperable que ahora, al ver a nuestra presidenta atreviéndose
a posar con el mismo cartel, den “una vuelta de tuerca” a su rigidez y sí se
sumen a una campaña que NO ES moda, sino, un recurso aprovechable que brindan
las redes sociales del mundo, algo muy de agradecer cuando de buenos fines se
trata.
Amanda Espejo
Quilicura / Mayo - 2014
*Desidia: término que
procede de un vocablo latino que hace referencia a la negligencia o la inercia.
La desidia, por lo tanto, está asociada a la falta de cuidado o aplicación y a
la apatía.
Enlaces relacionados:
(1)
http://www.cooperativa.cl/noticias/mundo/africa/nigeria/boko-haram-pidio-liberacion-de-prisioneros-a-cambio-de-ninas-secuestradas/2014-05-12/061526.html