martes, 4 de marzo de 2014

Acerca de SEMILLAS DE ESPERANZA, de Marta Luna


Algunos libros de Marta Luna




Presentación del libro SEMILLAS DE ESPERANZA,

 de Marta Luna.



Un buen fruto, sin duda, han de dar estas Semillas de Esperanza, de Marta Luna, cuando se esparzan sin censura sobre tierra fértil.  Y es que su siembra, siempre amorosa, conlleva en su riego temas más que sensibles para la sociedad de hoy, los cuales, a través de relatos breves y concisos, consiguen prendar el corazón de quienes nos aventuramos en su lectura.

Sabiamente presentados en cuatro partes o capítulos que nos sugieren la línea de vida de la autora,  sus textos nos enseñan cómo es de necesario detenerse en medio de la vorágine diaria para abstraernos a lo cierto, a lo valedero, a lo que realmente importa para el alma de todo ser humano: esto es el Amor y Respeto a la Vida y a nuestros semejantes.

Es así que por medio de Vivencias y Cartas, nos adentramos en el alma de una persona -a mi parecer-, excepcional. Alguien a quien no avergüenza para nada mostrar sus emociones, sentimientos, dones y falencias, propios de todo ser humano. Marta Luna es una mujer “normal”, pero nos resulta extraordinaria en un presente en donde el individualismo, la ambición, el cinismo y la indolencia, junto a la hipocresía y los miles de rostros que ésta nos proporciona, nos impiden ver quiénes son realmente los que   están frente a nosotros. 

Vivencias I, la primera parte de este libro, nos entrega una visión de la niñez intacta, a pesar del camino recorrido. Una a una sus remembranzas caen sobre nuestro raciocinio  como verdaderas gotitas de entendimiento por medio de un narrar que mantiene intactas las sensaciones propias del alma infantil, la de antaño.  Frescura, inocencia, sencillez de la palabra, son las herramientas con las cuales nos transmite sus recuerdos Marta Luna, y al hacerlo consigue que nosotros nos convirtamos en protagonistas de sus vivencias.

Por ejemplo: es fácil recordar nuestros primeros engaños en el texto “La compra de jamón”. ¿Quién no sacó alguna vez alguna tajada del sabroso encargo? Yo sí, y el recordarlo me pareció delicioso.  También el retornar al tiempo de los valores (asunto tan postergado e incluso  desechable en nuestro tiempo), de las cosas que importan, las cuales recuperamos de un sopetón en “Caminando por el tejado”.
El destierro, ya sugerido en “Colonia escolar”; el positivismo innato de “Primera siembra”; la tierna ingenuidad de “Sombras chinescas”; El despertar a la adolescencia, en “Galope por la alameda” y, sobre todo, la noción temprana de la pobreza, velo que se mantiene intacto de relato en relato, junto a la férrea unión con la madre, nos conmueven el alma con unas vivencias ajenas que bien pudieron ser las nuestras.
Una infancia con ese nivel de percepción, no podía sino haber forjado una mujer hecha y derecha, consciente en toda su amplitud. Ella es la que nos narra en la segunda parte de Vivencias, instantes posteriores que han quedado grabados en su memoria con toda su significancia, reforzada ésta, con el fino hilo del amor a Dios.

Dicen, los que saben, que los desbordes de Amor son necesarios para que este pueda seguir fluyendo.  Una vez en las manos, las cartas de Marta Luna… hay que creerlo, porque de ello se tratan precisamente estas “Cartas”: son desbordes de Amor.  Del amor primordial para todo ser humano: el Amor a Dios, y como consecuencia  lógica, a sus semejantes.

A todos y a cada uno de ellos es que ella escribe misivas espontáneas que fluyen desde el fondo de su corazón y que la distinguen claramente del promedio “ser humano”. ¿Exagero? Para nada. ¿O es que a usted se le ha ocurrido escribirle, por ejemplo, a quienes están por nacer? Varias cartas de este rasgo  conforman la tercera parte de este libro, las cuales nos muestran una Marta Luna conmovida, en primer lugar, por la llegada de una vida nueva, por la alegría que ello trae (o debiera traer). ¡Albricias!, ¡un ángel ha decidido venir a la tierra! Y en cada carta,  la alegría de Marta se manifiesta con nombre, raza y detalles que le distinguen para hacerle un ser singular. Sin embargo, también en cada una de ellas la autora deja traslucir el miedo que le causa esta Tierra-Mundo de hoy. Tristes advertencias deja salir de su pluma a cada uno de los “por llegar”, mas, al final, prima en su alma la felicidad por el milagro del nacimiento y los insta a venir a esta vida colmada de entusiasmo: “¡Orgullo de la raza, ven! ¡No tardes! ¡Apresúrate! ¡Te amamos!”.

Finalizando esta entrega, en la segunda parte de Cartas nos comparte otras esquelas, ya reflexivas, extasiadas, agradecidas o en el límite del reproche; meditabundas a veces, hasta coronar en un poema largo: “Carta al lojano”, que recrea en cada uno de sus versos, rimas y estrofas, la dramática  historia de un “mal amor”, ratificando con ello la importancia de los opuestos en todo concepto. 

De punta a punta. Un crisol de Amor es esta entrega que hoy nos hace limpiamente Marta Luna. Y también así, de comienzo a fin, es que hoy les convoco a recorrer sus páginas y a impregnarse con la vibración de su tono.




Amanda Espejo
Editora y codirectora de Revista La Mancha
Quilicura / Diciembre - 2013





1 comentario:

  1. Estimada Amanda, intuyo que éste, es un libro "redondo": bellísima portada y contenido prometedor, como registra tu prólogo. ¡Dan ganas de leer a Marta Luna!

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