viernes, 20 de mayo de 2011

Mi palabra / Sobre algunos de....

Sobre (algunos de) los encuentros literarios*.


Un poquito antes de la "huída".

Sabido es de sobra cuan atractivo resulta para quienes escriben (y me cuento entre ellos) tener la oportunidad de leer los textos propios. Es por ello que, usualmente, vamos rondando de tertulia en tertulia o encuentro poético afín, para lograr, en algunos de ellos, la instancia propicia. En el afán, también podemos actuar de organizadores de aquellos y, de esa forma, aumentar la posibilidad de ser escuchados. El caso es que, en un país tan prolífico en cuanto a poetas o aspirantes de serlo, pareciera ser no se da a vasto para satisfacer a la cantidad existente de posibles participantes. Además, tal como todo asunto de oferta y demanda, el poco equilibrio entre uno y otro aspecto provoca afanes desmesurados y rencillas subyacentes entre la amplia “masa” de espera a una mesa de lectura, o por un micrófono de pie, o en el peor de los casos, de una esquina “top” para intervenir con una “acción poética de vanguardia”, según los optimistas realizadores de la propuesta.
Todo lo esbozado nace como inquietud personal en mí a propósito del último encuentro al que tuve ocasión de asistir: “DescentralizaciónPoética en El Canelo de Nos”. Quiero aclarar de antemano que mis dudas surgen independientemente al nombre y lugar del encuentro, sencillamente, brotaron por azar o, tal vez, porque las cosa pasan “cuando tiene que ser”.
Aquella tarde, mientras esperaba “mi mesa” y después de cinco horas de permanencia en la actividad, ya promoviendo el stand de Ediciones del Taller, o en atenta escucha del desfile de poetas con sus intermedios musicales, vínome una sensación de agobio tan profunda cuyas causas – en ese momento – fuéronme imposibles de definir. Traté, objetivamente, de identificarlas más o menos así:
  1.  En primer lugar, lo extenso del tiempo de espera, cosa que no es culpa de nadie excepto, mía, en mi afán de mostrar nuestras publicaciones a mayor cantidad de público en tráfico.
  2. Segunda causa: el respeto que siento (y pienso, todos deberíamos tener) por lo que lee nuestro par. Como consecuencia, estuve la mayor parte de las cinco horas escuchando los poetas que se sucedían en forma ininterrumpida.
  3. El tercer factor fue – y esto inevitable – lo “variopinto” que resulta un encuentro de esas características. Algo que puede resultar muy enriquecedor al ser presenciado por segmentos, se convierte en “desestabilizador” al oficiar de oyente en forma continua, y “ojo”, que me refiero a hacerlo con atención.
  4. En cuarto lugar, y ello es lo que más me desanima, es lo descarnadas que pueden resultar estas instancias para el análisis interior de la especie humana. Aquí, y aunque no lo crean, se dejan entrever sin un mínimo de vergüenza muchas de las falencias de convivencia que preferimos no auscultar en el día a día. Se habla, no lo niego, se participa y socializa harto, pero…..¿cuánto de ello no pasa de ser un gesticular de los dientes para afuera?
Con una sonrisa preciosa (apropiada para un posible flash, nunca se sabe…) se brindan abrazos a diestra y siniestra, a la par de unas leves pinceladas de “ubicatex” consistentes en dar fe de nuestra vigencia en el medio: ¿Fuiste al encuentro tanto? ¿Estuviste en tal lanzamiento? ¿Te invitaron a ese recital? ¿Publicaste en esa editorial? ¡Ah, qué bueno! Te felicito. Ellos te dan respaldo. Yo estoy por acabar mi…sí, me prologó…tantito, fulanito y merenganito. Los conozco a todos, claro, fuimos juntos al encuentro internacional de…................................................
Stand de Ediciones de Taller en Nos.

Y así van dando las coordenadas cada cual de su propia labor literaria sin que al otro, al que escucha, le importe un pepino, porque a él ( ella), igual que casi a todo el mundo, lo único que le importa es dar testimonio de sus muchos logros que lo califican, sin lugar a dudas, a ostentar la orden del “Gran Pavo Real”, esa con la cual muchos se pavonean orondos, con sus plumas multicolores, desde tiempos pretéritos, aquí y en la quebrada del ají.

Todas estas visones, exageradas por cierto, se sucedían a una velocidad vertiginosa dentro de mi cabeza, a tal punto, que a la hora de enfocarme en una lectura en particular, no pude hacerlo. Cooperó para ello la actitud tan en boga en nuestros días de ciertos poetas jóvenes que juran y re-juran que ellos descubrieron la fórmula de revolucionar el medio literario y todos sus alrededores, incluidos los submundos tan de moda. Ellos son “la” vanguardia, sin ni siquiera estudiar un poco la palabrita como para darse cuenta que vanguardia ha habido siempre y que todas, irremediablemente, un día lo son y al otro, fueron.
Es por ello que llegué al quinto punto. Porque sin evitarlo estaba siendo parte de un momento que para mí, ya se había desvirtuado y no se iba a recomponer por apetitoso que fuese el cóctel de cierre.
¿Para qué escribimos realmente?
Muchos son los que se han hecho esa pregunta a través de la línea de tiempo, y no cabe duda que nos la seguiremos haciendo mientras tengamos algo de conciencia en nuestra intimidad. Las respuestas han de ser tan singulares como lo somos los seres humanos, pero, en mi caso en particular, lo que me concierne es MI PROPIA RESPUESTA, por coherencia, por consecuente y por todos los sinónimos resultantes de esta idea.
¿Qué hice entonces? Me vine. Me vine sin esperar “mi mesa” de lectura, aquella por la cual había bregado (y jodido) tanto, y les juro………que me sentí como nunca. Livianita, liberada, con los pies en la tierra o en las nubes, según la óptica con que se mire, pero segura de que era YO quien retornaba a casa. Yo junto a mi compañero, siempre solidario él, y a quien le costó bastante comprender mi reacción. La verdad, yo tampoco pude explicarle bien todas mis sensaciones interiores, pero para simplificar, le confesé que para mí, las plumas estaban muy bien en las aves, en algunos abanicos y hasta en el tocado de una hermosa vedette, pero en mi cabeza….nunca. Sucede que marea su especial cosquilleo, y a mi edad …yo ya no puedo trastabillar.


Amanda Espejo
Quilicura / Mayo / 2011


* Reafirmar que esta visión personal no alude a los espacios en que se logra, sin saber la fórmula exacta, una atmósfera grata (y hasta mágica)percibida por la mayoría como tal.

2 comentarios:

  1. Ese sentimiento lo he tenido en más de una ocasión. Hay mucho escritor crecidito, que el único motivo que les empuja a asistir a esos actos, es tener la oportunidad de lucir su "pluma" y todo lo demás para ellos es secundario. Su ego les impide ver que nos nutrimos los unos de los otros. Menos mal que no todos somos iguales, y... ellos se lo pierden!!

    Un abrazo, Amanda.

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  2. ¿Para quién o para qué escribimos? Está en cada uno, está en vos amiga. En mi caso, para expresarme, pero no dejo de reconocer que me produce goce, tanto leer como escribir, sino sería imposible, y si esas reuniones resultan tediosas, no por el contenido, sino por la desorganización, ante el aburrimiento, es mejor volver a casa y leer. Esta página nos brinda una gran oportunidad. Está en nostrs aprovechar el espacio, dignificarlo, que no quiere decir escribir bien o mal, sino intentar. Te mando un fuerte abrazo,

    Liliana

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