DES-ANDARES
ansada, ante la milésima encrucijada del destino, me resigno, doy vuelta la espalda a sus ramales y vencida, comienzo a borrar mis propias huellas sobre la arena. Atrás dejo el mar de lo inexistente, reflejo fiel de cada uno de nuestros deseos. Atrás. Niego mis oídos a sus cantos de sirena: no escucho otras voces que no sean las del regreso.
Mis manos ovillan el hilo de Ariadna con la confianza ciega que me da el recuerdo... Había un algo... un lugar... un SER. Mis sentidos se aligeran a la par que mi equipaje. Aquí, a la vera del sendero dejo un hatillo con el desgaste del tiempo y el peso de los años.
(¡Oh, tristeza... y los fútiles años de búsqueda estéril!...)
"La verdad, no está por SER, ya ha SIDO..."
Investidos por la prisa alada que da el cansancio, mis pies deshacen con esmero cada valle, cada esquina, cada sitio en donde posé mis pasos.
Ahora, he de mirar de frente los colores del fracaso. He de escarbarlos entre las grietas vivas de mi memoria por un breve y último instante. Luego, el atrás; asumido, ya no más.
Ya no hay cercos ni culpas que me contengan. La razón me sobrevuela, ingrávida, libre, y ni siquiera esta piel ajada y curtida al sol es capaz de mantenerme dentro.
Es... un desgastar lo vivido al máximo. Es mi nueva "vieja-piel" que se desgarra, traslúcida, como una lluvia de escamas sobre el zarzal que circunda la colina.
Allí, sobre su ladera izquierda aún subsiste el campo de brezos que salpica sus faldas; allí, entre la fuerza inalterable de sus raíces reencuentro mi propio origen.
Asciendo con renovados bríos, en una loca carrera que no es tal, es otra ilusión de los sentidos... la verdad, es que me deslizo lenta y segura, con la placidez que dan las certezas.
"Voy, estoy por SER. Tu verdad me completa".
¿Qué podría perturbar mi ensoñación? Nada. Hasta la sangre que brota de mis plantas me parece hermosa: el más digno tributo al momento del encuentro.
Me arrebato en la limpidez del aire que te precede... ¿Será que mis pulmones presienten la felicidad? Debe ser así. Atrás quedaron las turbiedades empantanadas y las tormentas de arena.
Me desmayo; mi entereza se desmorona frente al descubrimiento sólido del hogar: ya no es sólo un presentimiento. Mis manos... ¿podrán obedecerme? Parecen desintegrarse frente al umbral.
Fotografía de Maritza Álvarez |
Con último esfuerzo me obligo a tocar tu puerta... (mi puerta). Te veo venir sin que esta se abra... ¡Eres, estás, persistes! Por lo tanto, cobra sentido el largo devenir de mi existencia.
Me muero por segundos para volver a vivir. Las palabras se extravían entre las cuerdas de mi garganta. ¿Es que existe un lenguaje más verdadero que el de los sentimientos?
Por fin, rechinan los goznes y las maderas ceden ante mi ansiedad. Ahí estás y estoy al mismo tiempo. Nunca pude reconocerme en otro reflejo que no fueran tus ojos.
El vértigo invade mi cuerpo ante la imposibilidad de hablar. Todos los signos del tiempo, todas las lenguas del mundo no bastan ante el apremio de expresar lo que siento... es toda mi vida en un segundo.
Un aura cálida me envuelve y en el aire percibo claramente los rumores y fragancias de mi infancia: esas carreras al viento, ese trinar de carcajadas y ese aroma inconfundible a pasto y tierra mojada...
La última de mis resistencias rezagada en mi garganta se disuelve en tu mirada: la verdad no está por ser, ya ha sido. Para reafirmar aquello me bastan cuatro palabras:
"Abrázame... he vuelto a casa".
Amanda Espejo
Quilicura - 1 - 06
volver y desandar
ResponderEliminares una forma de llegar
y comenzar un nuevo destino
sentidas palabras hoy bordan este textoque se desborda en el pensamiento atado a evocaciones subjetivas
besitos de luz Amanda querida
nos vemos mañana
hablé por teléfono con Mama Icha
ella estará en lo de Yorka también:)
¡BRAVO!
ResponderEliminarTREMENDO TU TEXTO, AMANDA.
Se sienten los pasos arrastrando retornos...
ES MARAVILLOSO.
TE FELICITO!
ABRAZOS, AMIGA.