sábado, 10 de octubre de 2009

Mi cuento / El brazo


EL BRAZO



Si no fuera por el golpeteo de los dedos contra su muslo, se diría que la mujer de rostro ladeado hacia la ventanilla iba dormida. Sólo su mano por alguna razón, se negaba a estar quieta. Tal vez, el traqueteo del bus le sugería una especie de ritmo y no era la primera vez que parte de su cuerpo tomaba decisiones propias.

“La ventanilla es como una cinta de celuloide”, pensó. Afuera una pareja de jóvenes se apretujaban sin pudores arrimados a un poste de luz. Un estremecimiento le recorrió las piernas al observarlos. Algo tembloroso entre placentero y molesto. De pronto, deseó con vehemencia estar abajo, en medio de la cinta imaginaria que corría sin discriminar personajes ni actitudes.


Bruscamente, algo cortó la monotonía de su viaje. Un brazo rotundo, nervudo y masculino se afianzó en el fierro superior, un paso más adelante que el asiento de ella. Un vaho de aire caliente se filtró por la ventanilla entreabierta y se le pegó en el rostro. Entonces pensó que iba a enrojecer y que todos se darían cuenta de que algo le estaba pasando, algo que la ponía fuera de control.


¿Qué tenía que ver el brazo con eso? Su mirada buscó la mano. No era delgada, por lo tanto, sus yemas habían de ser de una blandura cálida, tal como de pronto, le pareció el asiento bajo sus posaderas: en ese instante lo sintió mullido y caliente, sobre todo, caliente. Desesperada, comenzó a moverse suavemente al compás que insinuaban las ruedas del bus.


- La culpa – urdió - la tienen las yemas suaves y cálidas que adivino en ese brazo desconocido. Son ellas las que han bajado hasta aquí, se han introducido entre mis piernas, han hurgado y provocado este desborde de humedades que empapa mis ropas. Ahora se deslizan, se resbalan por cada uno de mis pliegues en busca de ... y allí lo tienen. Ya lo encontraron y se prenden a él delicadamente, yema contra yema, lo perciben, despacio, lo tantean tan exquisitamente, que el resto de mi sexo se muere de envidia. Quiero que me toquen por todos lados. Que refrieguen su blancura contra mi rosa. Que adivinen mis sensores. Que los palpen... que no me suelten hasta que me pueda frotar en el asiento lo suficiente y ...¡oh, maravilla!, ya viene. Una última acelerada con el ronquido preciso para esconder mi gemido y... ¡Ahora!


Un salto provocado por el camino la dejó sudada hasta la raíz del cabello. El calor no abandonaba su rostro y amenazaba con inundar sus senos, los que erigían sus pezones hasta hacerle doler. Haciendo un esfuerzo sacudió su cabeza arreglándose el pelo. Mitad certeza, mitad imaginación, sobre la línea que demarcaba el brazo vio unas pestañas oscuras velando un ojo que ella sabía clavado en cada centímetro de su cuerpo. Una extraña emoción la embargó...


El tiempo le jugaba en contra. Sin pensarlo se puso de pie y avanzó por el pasillo acercándose al causante de su alboroto. Sintió placer mientras su cuerpo se abría paso por lo apretado del gentío; disimuladamente, se paró tras el portador del brazo y se dejó llevar por el balanceo propio del bus. Queriéndolo, su vientre rozó sin vergüenza las caderas del hombre y su trasero. Ella, audaz como el más experto de los acosadores se mantuvo allí sin atreverse a respirar. Lo imaginó desnudo...el resto de su cuerpo tenía que ser duro y suave a la vez. En ese instante, se dio cuenta de que estaba harta de vivir en base a fantasías y que de una vez por todas quería ser la protagonista real de una de ellas. Esto le dio nuevos bríos y con un último refregón sobre la espalda del hombre se deslizó hasta la puerta de bajada. Él la seguiría, estaba segura. Su invitación había sido inequívoca.


Una vez abajo no fue necesario que volteara para confirmar su presencia. Caminó de prisa, sin exagerar, segura de sí misma y moviendo las caderas a modo de señuelo para el cazador mientras la fricción de sus piernas, una contra otra, provocaba temblores en sus muslos.


La calle siguiente desembocaba en una especie de peladero; hacia allá dirigió sus pasos. Caminó hasta dejar atrás la última casa y buscó el rincón que le pareció más protegido antes de parar su carrera. Tampoco fue necesario que se volviera. El ruido de los zapatos rascando la gravilla duró exactamente diez segundos más antes de detenerse tras su espalda. Ella cerró los ojos y aspiró una bocanada de aire tibio en busca del aliento necesario para proseguir. El resto no corrió por cuenta de ella. La violencia de una mano sobre su hombro la enfrentó de bruces con su realidad.


-Putas, vieja, para el hueveo ¿ya? Te iba a pedir unas pocas monedas, pero me choreaste y ahora te va a salir más caro. ¡Dame la cartera! Y el reloj y la cadena.


Un muchacho encorvado y ojos extraviados no esperó a que se despojara de las cosas: se las arrebató a tirones, casi a la par que hablaba.


Paralizada como estaba, ni siquiera sintió los pasos del agresor al retirarse.


Trató de caminar pero no pudo. Estaba agotada y pisoteada hasta la última fibra de su dignidad. Mejor esperaría un poco hasta que se secaran la humedad de su entrepiernas y la burla de una noche en que ella no sería la heroína de ninguna historia.



FIN


Amanda Espejo
Publicado en Cuentos Eróticos
LA NACIÓN DOMINGO


5 comentarios:

  1. vaya con el cuento, super bueno ,buenisimo!!


    moraleja , sí como en las fábulas
    es mejor seguir soñando a probar las aventuras autobuseras, jajaja

    realmente el quiebre que le diste es muy muy bueno
    felicitaciones

    y felicitaciones por esta publicación en este diario que de seguro ha de tener excelentes comentarios.

    besitos de luz

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  2. Gracias a tí Elisa, como siempre, tus comentarios son muy positivos. ¿Sabes? Después dudé harto de haberlo enlazado en LA MANCHA... Aunque no lo creas, he encontrado en otros sitios comentarios de gente conocida vomitando toda su mala leche. Y ni siquiera hacia el tezto, sino, personal.
    Esta hermosa quilicura esconde mucha mala onda entre sus "escribientes", por decirlo así.
    Un Abrazo!

    Amanda

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  3. ¡¡¡¡¡¡¡¡ FELICITACIONES AMIGA !!!!!!!!!!!!
    Esa es una noticia maravillosa y me alegro mucho por tí. Te lo mereces amiga, por ser una trabajadora Literaria incansable.
    Que bueno felicitaciones.
    Voy a tratar de conseguir el diario atrasado.
    Chau y que estés muy bien

    Luis Mardones

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  4. Me gustó mucho.. buena poeta y buena narradora eres además una mujer de alma linda y transparente.
    Encontré tus palabras en mi libro "Divagaciones y otras yerbas.." Gracias cariño, eres tan amorosa y dulce: te quiero amiga poeta.

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  5. ¡Que bueno! Lo disfruté sin esperar el gran final de la historia!

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