NOSTALGIAS
A ciertas horas, a veces, el aire me huele a nostalgia...
de esa que brota entre la tierra y los pastos verdes
evaporada, como fina nube de encajes traslúcidos
hasta que sube, se enreda y se prende en mi pelo,
condensada, en pequeñas gotas de prisma leve.
¿ Será que te lloran?
También me suena a nostalgia la música escogida...
los rasgueos de la guitarra, el cante de flamenco
y el galope desbocado de tacones sobre el tablao:
apremios del alma que desbordan los cuerpos
y recorren una a una las estaciones del pesar.
¿Será que te llaman?
Y tal como la nostalgia, es este temblor de mi mano...
de la izquierda ( la derecha, no ceja en escribir).
Ésta, descorre las cortinas y se asoma a la ventana,
con la esperanza ciega de verte llenar el horizonte;
luego, alisa las sábanas en busca de un rezago de ti.
¿Será que te extraña?
Y ciertas noches, imprecisas, tienen color a nostalgia...
veladura indefinible que aumenta lo oscuro del negro
hasta colmar espacios... hondos pozos de insomnio,
en los que te percibo y permaneces, oculto, aletargado
pero presente, a la vuelta de cada esquina de la memoria.
¿Será que te sueñan?
Mas... la razón desdeña cada uno de los argumentos:
¿cómo se puede añorar lo que no tiene nombre?
¿Cómo se llama, o se llora, se extraña, se busca o sueña
lo que nunca (por lo menos en esta vida) se ha tenido?
La respuesta gravita en el aire sin ningún asidero formal:
es todo por culpa de ésta siempre estúpida Nostalgia.
Amanda
Quilicura / 2 /Febrero / 2006
Dibujo: "La bailaora, la luna y el toro", de Adrian Arias, artista peruano.
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