Respira, respira profundo
como si cada aliento pudiese quitarte una escama
seca, anquilosada, esquiva de brillo y color.
Respira, aunque no baste.
¡Ay!, si supieran el cansancio de tus huesos…
jaula doliente, combada, vencida,
indefensa ante el desgarre del tiempo.
Hondo, respira, que no se contraiga…
No se apriete con angustia tu turbado corazón,
que no comprende (ni lo pretende)
este sarcasmo de Vida
ni esta reseca armadura, terca, inclemente
ante los tristes requiebros de niña
que solloza, entre costilla y costilla
por tu alma eterna, aún en flor.
Amanda Espejo
Quilicura, noviembre - 2018