Tal vez… consentirla más seguido,
compartir las cuentas del rosario
o acaso
obsequiarle una flor.
Tal vez (aunque cueste)
dejarla tranquila
que juegue sin culpa su rol de la-vieja-niña.
Ya en el ocaso reviva lo que en la vida perdió.
¡Era tan joven cuando mancillaron su niñez!
Tal vez…
dejar las preguntas que duelen a un lado,
apreciar su silencio, cultivar la paciencia
acentuar la atención.
Tal vez, contarle de colibríes,
de largos picos aguzados y colas multicolores
revoloteando
sobre las macetas del balcón.
Colorearle las nubes, refrescarle el sol.
¡Qué más da una porfía, un olvido, o una taima!
Lo importante es que sonría.
Tal vez, mientras duerme
deslizar los dedos por su pelo, ya esté blanco o de color.
Tal si fuese una pluma,
sostener la mano que hasta ayer trenzó nuestro cabello,
intentar descifrar el misterio
del violáceo laberinto que surca su piel.
.
Tal vez, dejar de pensar en YO
para existir en NOSOTRAS.
Alivianar la carreta de todos los trastos antiguos,
y
aligerada el alma y la rueda
dejar de arrastrar lo inservible,
lo que no fue.
Tal vez (y solo tal vez),
avizorando el camino, o lo poco que resta de él
se dé por retrasar el paso
lento
lento
y más lento, para no dejarla
para no perderla,
para no añorarla cuando torzamos la última curva.
Amanda Espejo
Quilicura, marzo – 2019
Pintura: Gerardo
Valerio Trigeros